miércoles, 21 de diciembre de 2011

Yule



Me solían decir que las estrellas estaban hechas de pequeños deseos. Era lógico pensar que algo tan hermoso sólo nos la pudiera traer la luz. Y la luz se nos escapa estos días, a medida que las estrellas brillan. Cada día, la noche devora más y más, y transforma la luz del sol en la de las estrellas. Pues los deseos solo pueden brillar cuando el vacío lo devora todo. La oscuridad nos atrapa...

Y piensa que mientras lees esto, una fugaz mujer atrapa las alas de una mariposa en su red de oropel. Un hombre pesa su dolor en la balanza de una nueva vida, y descubre que no merece la pena venderla. Gritos ahogados bajo el hielo nos traen el frío dolor de un arco iris que en este día nublado no se verá. Y no se lee nada. Pero, una duda pende junto a la espada de Damocles que sobre la cabeza soportáis: ¿es cálida el alma? ¿Puede el hielo congelarla? Milenios han pasado y la duda sigue igual. Ni el gorro frigio o el león abierto la duda superarán, ni la cruz ni el muérdago donde esos nostálgicos jóvenes se besarán.

También decían que una estrella fugaz cae cada vez que un deseo se desvanece. Quizás...por eso pedimos nuestro propios deseos al verlas, para que la oscuridad de la noche no se lleve nuestra esperanza y que los deseos nos sigan iluminando con su luz.

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