domingo, 13 de noviembre de 2011

Una luz muerta para ti


Era una pequeña luciérnaga. Nació del amor de su madre, la que brillaba en la noche cuando hacía frío. El padre abandonaba la casa al amanecer, su trabajo era cumplido. La pequeña luciérnaga se ocultaba en las ramas de la sabia abuela que tantas vidas había contemplado y jugaba a imaginar ser mayorcita cuando llegara el verano. Se acurrucaba en invierno mientras la nieve ocultaba su bello tocado. Cuando llovía, el arco iris siempre iluminaba si quería. Aprendió a tocar música al son del mediodía. Y sobre todo trataba de brillar...pero no podía. La luna consternada le dio un poco de luz, pero se agotaba. El sol gritó con sus fuerzas pero nada pasaba. Y la pobre luciérnaga sufría. Nada sabía hacer. Su música se apagaba. El hielo la congelaba. Y poco a poco iba muriendo. La abuela, sabia como ninguna, la susurró palabras sensatas, demasiada luz para una sola hada. La luna se apagaba de vez en cuando, en invierno el sol tomaba más descanso. Y por las noches la luciérnaga volaba. Y poco a poco su color empezó a teñirse de amarillo, la luz estaba ya en camino. Y su sonrisa apareció. Tan bella era por todos apreciada, pequeña luminosa y esperanzada. Su vida hermosa era, su canto de luz a todos nos hacía feliz. Al día siguiente murió. Nadie se lo esperaba, ni siquiera tu. No tienes que darme las gracias por matar a la luciérnaga. Se que la odiabas, aunque no lo creas. Ni la luna llena que brilla a través de mi ventana puede hacerme llorar por ella, ni el sol que ilumine el sueño acabado me hará sentirme peor. Esa luciérnaga está muerta, querido lector. Si por un momento creíste que estaba viva, bienvenido al mundo que odio yo.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

El nido en la luz del sol


Hace tiempo la luna aún brillaba por el día. Hace tiempo el sol vivía con nosotros en el suelo. Los hombres eran felices. Y sí, dije felices. Me refiero a ese resplandor que fulmina nuestra vigilia en la mañana. A ese Sol que suena tan bien en nuestra flauta. A los posos que marcan nuestro futuro del día. A ese olor de la pequeña escuela donde probaste tu comida favorita con esa tenue y borrosa cara de aquella pequeña chiquilla ya extinguida en el tiempo. Sin mas, cual rayo del mediodía naciendo en tu memoria, cual despertar incandescente en tu espíritu. De las aves golondrinas que anidaron en tu corazón la más bonita es la que más huevos dejó, ¿verdad? Polluelo, sin volar bajo el sol, que pobre nunca nace y nunca nació. Vuela con tu mirada apagada, no mires la luz del sol que perfora tu pequeño corazón. La luz de la luna encenderá tu pasión. Los recuerdos que te hacen feliz al ser rememorados se convierten en témpanos que te congelan bajo la fría noche sin compasión. Pero recuerda, pequeña golondrina, tu menudo corazoncito aún conserva una pizca de calor. Calienta el hielo, deja que sufra tu corazón. Que la memoria helada se funda, que las lágrimas derretidas fluyan fuera sin temor.