sábado, 22 de octubre de 2011

Si me dedicas un minuto...



¿Hola? ¿Hay alguien? Si alguien me escucha que me conteste. No se donde estoy, nunca lo supe. Estoy aquí atrapado desde que nací, vagando sin ver nada, escuchando sin saber a dónde ir. Pero recuerdo...Intento huir de ellos pero me persiguen, no se qué quieren de mi pero intentan aplastarme. Supongo que quieren que haga algo, quizás tienen que hablar, pero no quiero escucharlos. Su visión me quema los ojos con lágrimas. Pero no podía huir más. Me he convertido en un monstruo enjaulado, tu piel se convirtió en la cárcel de mis sentidos. Tu mente en el laberinto de mi espíritu. Tu corazón en la tumba de mi alma. Mi cuerpo está condenado a vagar eternamente entre fantasmas de vidas pasadas, que marcharon sin más. Para mi el presente es el futuro, y el futuro es inalcanzable. No puedo escapar de aquí, algo me retiene que no sé que es. La desesperación me puede y la sangre de mis ojos me mantiene vivo. Solo quiero morir, la vida es mi mayor enemiga. Mis memorias me encerraron aquí, disfrutan vengativas viéndome sufrir.


Quiero escapar. Sácame de aquí si me logras escuchar. Apiádate de mi. ¿Qué, que duerma dices? Entonces verás...


Los sueños rotos no mueren. Se convierten en demonios avariciosos y orgullosos. No te dejan en paz. Cada noche estoy envuelto en unas mismas palabras intransigentes que no me dejan vivir. El sueño de una espiral muerta nunca perece, sigue latiendo y girando para asegurarse de que no escape del mundo letal en el que, irónicamente, vivo. No me quedan fuerzas para luchar...


Por favor sácame de aquí, quiero dormir sin pesadillas, vivir en el olvido. Sólo tienes que tenderme la mano. ¿Perdón? ¿Qué no me escuchas? Ah, bueno, siento las molestias. En fin...

domingo, 16 de octubre de 2011

Su mundo ideal



Imaginad un mundo. Un mundo que se extienda más allá de tus memorias. Un mundo donde puedas soñar con tener sueños. Sueños que no se escapen de tu corazón, que desees cumplirlos con pasión. Donde los brazos que extiendes se unan con otros que sonríen por ayudarte. Donde la vida...esté viva. Ahí existe un pequeño chico. Y crecerá, aunque no quiera. Descubrirá que la lluvia moja la ropa, que el fuego quema la piel. Luego, que el perro no es un peluche más, que las plantas están vivas y se riegan. Que las letras se pueden leer, y que significan cosas maravillosas. Después los amigos pueden jugar y hacerle reír, y las chicas no son raras por besarle. Se dará cuenta de que la vida tiene su sentido, que crecer es algo especial y deseará crecer más y más. Pero algo más que su cuerpo cambiará. Las chicas son raras por besarle, los amigos le pueden dejar y hacerle llorar. Las letras son duras de leer, y le harán mucho daño. Las plantas, aunque las cuide y las riegue, se morirán, y el perro quizás era demasiado viejo para jugar con juguetes alguna vez más. El fuego será lo único que te hará sentir placer, y la lluvia...no será tan hermosa como antes. Y entonces no querrá crecer más...querrá volver atrás. Pero le falta una cosa aún por aprender: nada se puede cambiar. Su voluntad, sus deseos, sus sueños...atados sin más, condenados a reírse de su propia existencia. No puede hacer nada. Ver como sigue creciendo, aprendiendo cosas que no quiso saber...olvidando sus plantas, su pequeño animal, sus amigos y los poemas que su corazón escribió para intentar escapar. Y finalmente, la muerte le llegó. La muerte que desde pequeño odió, ahora no parecía tan mala. Te comprende, señora de todos los finales, que de tantos hubo, buenos y malos, pero que en ti todos ellos acabaron. La más sufrida persona eres, viendo las miserias de los que en ti se duermen. Te compadece, y con una lágrima se entrega a ti. Con un pensamiento apaga sus ojos: "¿Por qué nací? Yo no lo sabía... Nadie preguntó mi opinión. ¿Vivir para crecer, crecer para morir? No tiene sentido alguno. Nací rico en alma para morir pobre." Y se desvaneció. Pero no derrochéis una lágrima por él. Es un mundo de vuestra invención. Un mundo que se extiende más allá de tus memorias. Un mundo donde puedes soñar con tener sueños. Aunque realmente...¿creéis que esa persona, imaginada por vosotros, habitante de un mundo incomprensible, nunca existió...?



domingo, 9 de octubre de 2011

El color de la alegría en tu pelo


...-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...

-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...










































































































































































































Y murió...