lunes, 29 de agosto de 2011

Doce horas muertas




Si el destino cayera en las olas ¿quién recobraría la conciencia? Si el monte inaudito eclipsara el sol ¿quién luciría sus ojos para verlo? El tiempo envejece, pierde el valor en la carne. El cielo que antes cobraba en oro ahora paga en plata bajo el reinado de la mañana, y en el ocaso de sus días descubre que la luna no entiende de oros. El tiempo es un viejo lugareño de la vida. Tal como fue, vino, y tal como le fue, se va. Deja un pequeño rastro de efímeras nubes en el firmamento y un paso que nos llena de vivaz pesar, un leve balanceo en el agua que escarcha unas voces que jamás se apagarán. En su piel, las marcas del dolor no se miden en cm, sino en minutos, la muerte en horas, la vida en segundos. Va borrando las cifras de todo asunto pendiente en un verano. Y ahora...

El sol desaparecerá, en cinco cortas vidas cronometradas desde que cogí el lápiz...mas con doce muertes aparecerá. El fantasma de las ruinas de la gente en mi mesa, arrastradas por el tiempo que llevó la oscuridad a mis palabras. El agua, ya no es oro, aún no es plata, oropel nada más. Cruza el vacío de mis ojos, deseando que me desvanezca. Pero entonces...la luna llegó, y con su argéntea aura marcó el camino de la tinta en el papel. El ocaso terminó, la luz de la tarde se marchó. Si el tiempo me lo permite, me quedaré aquí un poco más. Y si no me lo permite....bueno, ¿que más da? Bajo la luna, el tiempo perece, las horas muertas están...

PRIMERA MUERTE

¿Acaso puede un resplandor iluminar un monte entero?¿Acaso es aquella luz la que yo tanto espero? El faro solitario, asomándose en las profundidades del océano ya tanto tiempo conocido y sin comprender que, tímido pero constante, los mismos peces nunca encontrará. El tiempo se los llevó, y su luz, ahí perdurará, prometido a que algún día los encontrará. Viejo amigo, desesperado por el destino, tus carnes en óxido se convertirán, y tu luz algún día, esperemos que sea lejano, se tendrá que apagar. ¿Acaso has pensado de donde vienes? La gente te creó, pensando que les serías servicial, que guardar un montón de rocas sin sentido era tu misión y tu final. Pero yo se que buscas la promesa que el tiempo te robó, y que giras y giras sin temor a perderte en el remolino de pequeñas vidas que giraron en su momento a tu alrededor...siendo tan importante para ellas como lo fue la luz del sol. Viejo amigo, aceptando tu destino, el óxido se convertirá en polvo, e iluminarás ahora una fogata, pero la noche nunca olvidará la luz de nuestro pequeño corazón.

SEGUNDA MUERTE

Todo está oscuro...¿Pero que es ese lucero de allí arriba? No, espera...¿es un avión? No...su reflejo es demasiado fuerte, su brillo demasiado sincero...No se mueve, nada parpadea a su alrededor...Quizás siempre haya un camino mientras haya una luz que seguir tan brillante como la de ese lucero...quizás pueda guiarnos cuando sintamos que el propio techo estelar cae sobre nuestros hombros. Y mi sonrisa se quedó congelada...el lucero, avión descubierto, giró y desapareció de mi vista, dejando todo más oscuro que cuando apareció en el propio cielo.

TERCERA MUERTE

¿Quién puso las estrellas tan lejos? Ningún ángel sería capaz de tal cosa, ni siquiera el mismo demonio. Tuvo que ser algún hombre...alguna idea mal intencionada... Ahora no puedo hacer más que observarlas y pensar...¿es real lo que estoy viendo? De pequeños nos dicen que tus seres queridos están ahí arriba, observándote con una sonrisa, vigilando que nada te haga daño. Y entonces nos hacemos mayores y aprendemos lo que nunca tuvimos que saber: muchas de las estrellas que vemos están muertas ya, y sólo vemos la luz que dejaron sus cenizas viajando cual fénix apagado. Entonces, ¿que pasó con nuestros viajeros en el tiempo? ¿Dejaron su camino y aceptaron su destino? ¿Qué ocurrió con su sonrisa? Se congeló en el fuego apagado de la estrella en la que moraban.

CUARTA MUERTE

¿Ocurrió eso de verdad? ¿Fue una estrella fugaz? No...es demasiado bueno para ser cierto...Algo tan bueno no me puede pasar a mi...Y sin embargo, ahí va una segunda, y después llegó la tercera. ¿Quién dijo que todas ellas llegaran? ¿Quién dijo que las estrellas fugaces existieran? Pedimos un deseo al verlas, pero sólo el que no lo hace verdaderamente tiene fe en ellas...Ese deseo, sea una rueda para la bici que tuvimos de pequeños, o el minúsculo sueño que teníamos al nacer es prueba de que no crees que esa estrella existiera más allá de los límites de tu imaginación. Si esa estrella hubiera existido realmente, ojalá tus sueños lo hubieran hecho...No, no he visto una estrella fugaz...Y, sin embargo, he visto tres... A la cuarta pediré que exista alguna estrella fugaz, pero me he dado cuenta...mi oportunidad se ha perdido ya...

QUINTA MUERTE

Cerré los ojos y escuché el rumor del mar. Y me pregunté: ¿Cómo suena la lluvia en el mar? Debe de ser algo maravilloso... el agua lo dominaría todo... Arriba, las nubes, llorando como hicieron desde tiempos inmemoriales, y abajo, el mar, el rastro de su eterno dolor. Y, mientras el húmedo frío cala tus huesos, buscando el agua en tu interior, ese agua que escapa en el vaho de un suspiro. Pero de entre toda esa agua, probablemente, la más bonita sean un par de gotas: las lágrimas...Porque el agua es indomable...no puedes controlar el océano, las nubes no tienen dueño, la lluvia cae sin perdón, el vaho va ligado a tu vida...Si nada de eso puede ser controlado, ¿por qué iban a serlo las lágrimas? Dos pequeñas gotas de mañana, dos fuertes luciérnagas en la noche del corazón.

SEXTA MUERTE

El frío llamaba, y me di cuenta de mi soledad...Es como si el sueño durmiera a todo lo que se acerca a sus garras. Y yo no quiero caer aún. Me queda nada que ver, mucho que pensar. He aguantado la mitad de la noche en vela, y precisamente es ahora cuando no hay nada que me impida sentarme a esperar lo que me lleva el camino. Pero cuando esté listo a aceptar el dulce abrazo del sueño, no dejaré de pensar, pues todo lo que me queda lo seré capaz de soñar.

SÉPTIMA MUERTE

El tiempo ha arrasado con la isla que a lo lejos antes se veía...Fíjate, ahí...perdido en el mar. Tan cerca de la ola, con tantos deseos de saltar. Mi mente saltó, se ocultó bajo la luz de las estrellas que no cruzan la capa de sinceridad. Allí abajo encontró las ruinas de alguien que no podía seguir adelante, no podía abandonar la isla que la acogió. Tampoco pudo aceptar que poco a poco la isla iba muriendo, y él con ella. Pero había nacido con ella, y había plantado una promesa bajo el árbol que lo vio crecer. El árbol murió, la isla se ahogó y él sus ojos cerró. Pero la promesa enterrada a la superficie se alzó. "Nunca te abandonaré" decía. Y el peso de ella le enterró.

OCTAVA MUERTE

La luna está en pleno apogeo. Le gusta pintar el mar. O al menos eso pienso yo. ¿Que hace si no? Se aburre, nada más. La gente la mira y le da igual. Es pequeña y graciosa. Inocente y juguetona. El tiempo ha marcado su rostro, pero ella no envejece, no te confundas. Su sonrisa es grande, su cabello eterno. Su mirada cándida y penetrante. Pero, hechicera, me volviste a hipnotizar. Te encanta jugar conmigo, ¿no? No te preocupes, de ahora en adelante tendrás con quien disfrutar cada noche de tu vida.

NOVENA MUERTE

Falta algo...me siento vacío...No hay ninguna flor en el mar. ¿Por qué? No tiene sentido. Hay mares de flores, pero ninguna flor de mar. Ese evento es triste, lo sé. Pero se puede arreglar. Coges una flor, la lanzas y las olas la devoran. Esa flor se hunde, y se planta, llega el final del viaje. Una nueva flor nació, una bella mariposa en el mar. Y, de poco a poco, con el paso del tiempo, las flores dominarán el mar, y el mar de flores cobrará un nuevo significado. Ah, claro. Tienen que ser lirios, si no no funcionaría. Faltaría el respeto que fueran de otro tipo.

DÉCIMA MUERTE

¡Oh sueño, señor de todas las noches! Abrázame y dame tu palabra de que volveré del reino donde las preguntas tienen respuestas que a todo el mundo gustan. Del reino donde las gaviotas traen cartas de islas que nadie conoce. Donde las grandes estatuas del pasado rememoran tiempos que no vivieron. Donde las personas vuelven de lugares que desearías que no hubieran pisado. Tómame, pero mátame solo una vez más.

UNDÉCIMA MUERTE

Veo una hoguera encendida. Un leño deseando por arder. Una canción que acelera para alcanzar su final. Una gota que cae por su propio peso. Una nube que desaparece en llanto. Un árbol dominado por las ramas muertas. Una cueva de barro. Un castillo de arena bajo la marea. Una cicatriz quemada por el tiempo. Unas manos aturdidas por la mente bloqueada. Una hoja del arma que provocó algún insulto. Y sobre todo, una sonrisa de esperanza y de ternura, de cariño y comprensión. Un abrazo que desea lo mejor, pero que el telón de un gran teatro cortó.

DUODÉCIMA MUERTE

Me desperté. Aún oscuridad, mas poco a poco una luz... Una luz que no deja sombra, pero si esperanza. Una luna que resguarda junto a ella a las estrellas mientras espera la llegada de su hermano. Poco a poco, cientos de colores cruzaron el horizonte. La gente se descongeló, finalmente observó. El alba...el día gobernado por la luna. Y mientras la sombra cambiaba poco a poco de lugar, del agua surgió una cúpula de fuego. No dejaba luz, solo calor. De tan poco tanta oscuridad, mas ninguna había habido ya. Y, presentando mis respetos al tiempo, en la oscuridad me refugié.

Del ocaso al alba, y de nuevo al revés. El destino había alcanzado, mas el destino no a mi. Por un momento la luna fue una espiral, el pequeño rastro de noche no fue ficción, sólo emoción. Un faro. Un avión. Una estrella, otra fugaz. Un poco de agua y otro poco de soledad. Una promesa bajo una luna. Una flor a la deriva. Un sueño de cosas que terminarán. Y un alba para cada día. Si el tiempo me lo permite, dormiré un poco en soledad...Y si no me lo permite...bueno, supongo que por hoy...trece muertes no más que doce serán.





viernes, 5 de agosto de 2011

Noria de la memoria


Y bien...¿de qué le sirve a un río llevar agua hasta al mar...si luego va a morir? ¿De qué le sirve a un pequeño arbolito crecer sus ramas y prender fuego a sus flores...cuando luego no puede verlas? Que si, que si... Que si no quedan palabras para explicarlo no es el problema de nadie. Simplemente...es su destino. Vivir para morir. Imaginarse al río, alegre, pero de repente, buscando desesperadamente entre el gran océano las gotitas de agua que él ha llevado y que se confunden con la de otros ríos que han perdido las suyas. Imaginar las ramas del árbol secarse sin que él pueda moverse y evitarlo...las flores marchitándose, suplicando su ayuda que nunca llega. Estar encadenado en una noria. La gente entra en tu vagón, vais subiendo, le enseñas las preciosas vistas, y luego, sin poder moverte, se bajan y se van. Con tantos atardeceres y amaneceres...con tantas vidas por recordar...Con memorias y palabras vacías que poder escribir. Con luces que se encienden por la noche para iluminarte y no perderte en la oscuridad, que no te dejan dormir cuando las garras del sueño ocultan tu mente. Todo está en silencio mientras tu estás despierto, y por la mañana escuchas las risas y alegrías de la gente de la montaña rusa de al lado, con ganas de dormir... Y mientras el corazón de la memoria late y despierta en ti deseos inacabados, el humo de palabras vacías que se consumen en tu interior te dice: "Eres un gran hombre" Y, sin embargo, sólo soy un gran hombre.