domingo, 9 de octubre de 2011

El color de la alegría en tu pelo


...-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...

-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Pero aun así, no consigues nada. No eres capaz de escapar de ese ciclo sin final, de esa rueda sin sentimientos que te atrapa. Inteligente o no, sin duda sabe hacer daño. Consciente o no, gira... Y lo peor es que gira...
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...
-No hace falta que me lo digas. Me he dado cuenta. He sentido en mi piel sus ruedas dentadas. Y he sentido su voluntad entregada, automatizada.
-¿Has pensado en como es la vida ahí fuera?
-La he supuesto.
-¿Y que has supuesto?
-Que está viva.
-¿Viva?
-Sin duda viva.
-Apuesto a que el mundo entero piensa que está muerta para ellos.
-Y muerta está para quién no sabe apreciarla.
-Cuántos asesinos hay en el mundo.
-Homicidas, diría yo. ¿Quién haría el mal sabiendo que algo se puede hacer bien?
-¿Y te has juzgado?
-...
-¿De tantos asesinos no serías tu el peor de ellos?
-De todos los que sabían que la vida estaba viva, de todos los que fueron abandonados por el día a día. Tan lejos que muerta, tan cerca igual...No...asesino no, ladrón quizás de una vida que no me correspondía. Pero sin duda preso de otra que me merecía.
-¿Y aquellos bellos instrumentos que te narran, que te llaman al otro lado de esta rueda que no termina? ¿Homicida también por no escucharlos? Tu existencia manchada de sangre...¿que no existe? ¡Por los cielos! ¡No te das cuenta de que mereces esta vida! ¡Las mismas notas tocadas en un arpa ayer, mañana en una flauta travesera! ¡Ese bello color que se escapa del espectro del olor, que emana de tu pelo apagado y consumido! Sin duda, condenado mereces estar.
-Pero hubo una pequeña piedra...
-¿Qué piedra? La roca se rompe, nacen piedras. La piedra se quiebra, gravilla, después arena. Pero la arena no puede volver a ser grava. ¡Condenada a arena y nada más!
-Por esa arena lucharé, y en testigo pondré que nada me detendrá, ni la luz cegadora de esa estrella tan fugaz...










































































































































































































Y murió...





No hay comentarios:

Publicar un comentario