martes, 26 de abril de 2011

Estepas de la noche

Es él. Es ese ciervo comiendo de mis letras. Esa luz en su mirada. Ese brillo soleado. Esa mirada lunática. Ese ruido de piedras salvajes que esperan el fuego incandescente de la vida. Esa vida amenazante que ruge desesperada contra el viento infierno. Eso es, eso. La valla de dos mundos mal amados, de odio y miedo inspirador. De dicha y gloria. Y dicha gloria no existente sinceramente. Ando.

¿Que hallo andando? Estepas encerradas en lo mismo de siempre. Porque siempre es lo mismo que nunca, y nunca es lo mismo que otra vez, por siempre. Corro.

¿Que hallo corriendo? Cansancio sin presencia. ¿Y que presencia? Una serpiente en el camino, un camino serpenteante. De sabia salud par algunos, de venenosa muerte para otros. Otros son algunos, yo soy algún otro. Y alguno que otro muere en su ausencia, canta sin carencia. Salto. Y no puedo. Abro.

Dos mundos cerrados. Dos postigos sellados. Una puerta entreabierta, una llave sedienta. El placer del destino sufrido. Por lejos que esté la cerradura nunca habrá dos iguales, todas impares, siete señales. Encuentro.

Y hallé lo que buscaba. No ha habido puerta que se me detenga. Incontables árboles, incontables sueños. Me abruman. El camino no puede ser cierto. Llevo una eterna hora en este bosque desierto. Anochece. Pero no me doy la vuelta, pues en mí anoche.

Dos caminos, dos destinos. Pero yo sigo el que digo. La luz de la aldea me acompaña en mi canto. No me encuentro solo siguiendo mi final. La luz agonizante del alba retardante que dio la media vuelta para que yo pueda volver amarte brilla al final del bosque. Y te oigo al fin.

Oh. Calma de mi ausencia. ¿Por qué no brillas más por mi? ¿Por qué me dejas en la oscuridad sin retorno y sin fin? Árboles sin sino, no ocultéis mi camino.Ya, blanca, no te encuentro entre la noche femenina. Por ayer y por mañana sin duda este es mi fin. Hasta el uno de mayo, pero hoy dormiré aquí.

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