viernes, 22 de marzo de 2013

Arca XII- Vol. VII: El soñar de las luces

Hay gente que no se percata de aquello que ocurre bajo su ventana. Le han dicho que las estrellas son algo hermoso y que la gran ciudad es la asesina de todo lo bello. Miran por su ventana, maldicen al celeste por robarles la esperanza. Hace tiempo que las llamas desaparecieron de la aldea y los faroleros del pueblo huyeron al olvido. En este nuevo siglo de las luces la oscuridad abandona la tierra y anida en los corazones para que el ser humano caiga presa de aquella verde amiga que susurra en los oídos palabras de muerte artificial. Las novicias luces no son atendidas por nadie. Lo crean o no, son muy ricas y diversas. Tenemos aquella que, sonrojada se anima poco a poco a iluminar nuestras habitaciones y velar por nuestro sueño. Está también esa pequeña que nos protege de los peligros del bosque y aquella que nos cuenta una historia por las noches de insomnio. No nos olvidemos de la que, vieja y cansada es testigo de todo lo que acontece en las noches, y de las gemelas que despiertan a los niños ávidos de aprendizaje por un día más. Todas tienen su historia, su función, no piden nada a cambio de su vida y nada se les da.

-¿Qué han hecho por mí las estrellas? -Lucas sonreía y miraba a Carmina con cara de nostalgia.-Me lo negaron todo. Tener esperanza en algo vano es como no tener nada. En cambio...esto es diferente. Estas luces tienen vida. ¡No me abandonan en la fría verdad!

Ni la lluvia podía apagar el fuego en su mirada nocturna. No quedaban lunas en el firmamento que reflejaran la luz que Carmina reflejaba en sus ojos. Las sombras de la noche corrían ocultas, escondiéndose en helechos de poca fe en la verdad. Pero las sombras más ocultas yacían en el corazón de ella. Luz, pero luz falsa, no verdadera. Felicidad, pero felicidad ilusoria, no correcta. Él, él que no era él, pero era. Las lágrimas corrían por su rostro al abrazarle. Llovía en el ambiente gélido de la noche que daba paso a la primavera de un mundo invernal. Abrazados, las rosas florecieron, las amapolas envenenaron el ambiente. Lloraban hasta que sus lágrimas se fundieron con la lluvia vernal. Se besaron en aquel lugar donde las estrellas no podían observarles, donde la sinfonía de luces de la gran ciudad dejaba paso a la oscuridad. Allí, bajo las llamas de la instalación eléctrica ambos yacían enamorados, tras la ventana de un idílico grafito urbano.

-Mira. ¿Entiendes ahora, Carmina? Puede que nuestros cuerpos sean diferentes, pero aquí, unidos bajo la luz artificial nuestras sombras se vuelven una. Las estrellas no son capaces de tal magia, ni lo serán jamás.

Carmina lloraba, lo sabía perfectamente. Lucas la sonreía y la besaba, arropados frente al frío de la noche.  Otra noche, una más, bajo la luz de aquella misma farola nocturna. Felices...artificialmente felices. Cada noche él le regalaba una rosa blanca, cada noche ella lloraba. 

-Ahora te quedarás junto a mí. No tendrás que escapar de las estrellas nunca más. Esta rosa blanca...¿sabes lo que significa? Significa "promesa". Te prometo que siempre te protegeré de ellas, de las estrellas que nos vigilan. Aquí no nos pueden ver. Puede que esta luz sea falsa, pero es bella y poderosa, y nada podrá con el iris de esta gran ciudad.

Los charcos reflejan la luz de los coches, los cristales destilan el harpa de neón. Noche tras otra, la lluvia se volvía más estruendosa. Las nubes tapaban la tenue presencia de las estrellas. Desde una ventana, los gatos admiraban con clamor el hermoso vals de la nostalgia. El reloj del campanario daba las horas como si de estacas al alma se tratara. Cuando la duodécima cuchillada cortó el aire, Carmina se levantó. Sonriendo, besó con la dulzura de miel de palma la frente de Lucas. La luz que él añoraba no traería ninguna satisfacción, al igual que una rosa blanca era falsa. La mentira de la vida del buscador de luz no era su verdad. En el suelo, las sombras de los dos se separaron proyectadas por la luz del farol. Lentamente, con paso decidido,se perdió entre las rosas y el resplandor de las egoístas estrellas. Atrás dejaba la gran ciudad, que se apagó perdida en la historia. Atrás dejaba el cadáver de Lucas, que aún con su ultima mirada fija en la farola que le vio morir, dejó caer una rosa blanca teñida de sangre carmín.






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