miércoles, 21 de marzo de 2012

Farraco - Prólogo: El maestro de engranajes

El sol trae sombras al día
la luna ilumina la oscuridad
el eclipse de tal armonía
guardará siempre la verdad.


Te quería tanto. Quizás demasiado. El destino es una fuerza inconmensurable, un capricho preso de la imaginación de los dioses. Tan finito como su mente encadenada a las palabras. Un dios es el siervo de su mundo, lacayo que trabaja para otro lacayo, igualmente esclavo del arriba venidero. Un esclavo de sus pasiones terrenales, divino de corazón en lo más humilde y crisálida entre dos mundos. Un herrero de melodías. Un maestro de engranajes.

Cuando el timón del barco a la deriva de su sino es agarrado por las manos de un hombre fuerte, el paso del tiempo se convierte en una armonía que endulza los oídos. El maestro timonel silba y canta, el búho le acompaña. Los engranajes son los que mueven su corazón, la melodía sonatina son los latidos que le impulsan a seguir viviendo, escribiendo en un papel las notas aguijadas el cantar del valor de los hombres que nacen y luchan, por siempre, para acabar muriendo en vano. Olvidados. 

El herrero forja en su cabeza templada la partitura que os mostrará el camino que seguirá el destino. Y en su corona se encuentra el halo que girará como un rueca que no se detiene, que marca el curso del tiempo que llevará vuestra historia en el viento...y donde tú vivirás.

Y aquí comienza vuestra canción. La caja de música habéis abierto, y  el maestro de engranajes vuestra vida ha comenzado a componer.

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